APOCALIPSIS CAPÍTULO 1
INTRODUCCIÓN Y VISIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE
(1:1–20 )
INTERPRETACIONES
Apocalipsis 1:1: “Revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan…”
- “Revelación”: Divulgación divina, correr el velo, mostrar, particularmente, los planes de Dios y el plan de salvación.
- “De Jesucristo”: Acerca de o proveniente de Jesús; autoridad y origen del mensaje.
- “Que Dios le dio”: Fuente original y divina del mensaje.
- “Para manifestar a sus siervos”: Propósito, revelar información al pueblo de Dios.
- “Las cosas que deben suceder pronto”: Inminencia de los eventos, predicción del futuro.
- “Enviándola por medio de su ángel”: Transmisión celestial: del Padre, al Hijo, al ángel, a Juan
- “A su siervo Juan”: Receptor humano quien sería el mensajero. Ver documento “El libro de Apocalipsis: Comentarios Introductorios”.
Apocalipsis 1:2: “El cual testificó la palabra de Dios, y el testimonio de Jesucristo, y todo lo que vio.”
- “El cual testificó”: Proclamación fiel de Juan como testigo, predicación del evangelio.
- “La palabra de Dios”: Mensaje de Dios, las Escrituras.
- “El testimonio de Jesucristo”: Revelación de Cristo.
- “Todo lo que vio”: Compartir el contenido de las visiones, lo que se le reveló.
Apocalipsis 1:3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
- “Bienaventurado”: Felices, dichosos. Promesa de bendición. La primera bienaventuranza (de siete) en el Apocalipsis.
- “El que lee”: Estudio serio, no una lectura superficial.
- “Los que oyen”: Recepción atenta, concentración, escuchando con la mente. En los días de Juan, los miembros de la iglesia aprendían de las Escrituras al oír a alguien (lector) leerlas en alta voz, ya que había pocas copias.
- “Las palabras de esta profecía”: Mensaje inspirado profético, el libro de Apocalipsis.
- “Guardan las cosas en ella escritas”: Aceptan el mensaje. Obediencia práctica, no ser oidor olvidadizo (Santiago 1:25).
- “Porque el tiempo está cerca”: Urgencia. El tiempo en el que se han de cumplir estas revelaciones. Tiene implicación escatológica (los últimos días).
Apocalipsis 1:4: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz, de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono…”
- “Juan”: Autor y testigo.
- “A las siete iglesias”: Siete iglesias que existían en los días de Juan. Representantes de la iglesia universal. El primer “siete” de los muchos en el Apocalipsis (ver el documento “El número siete en el libro de Apocalipsis”).
- “Que están en Asia”: Contexto geográfico, la provincia romana de Asia, específicamente, el Asia Menor de hoy.
- “Gracia a vosotros y paz”: Bendición divina. Saludo típico de la iglesia cristiana apostólica (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:3; 2 Corintios 1:2; Gálatas 1:3; Efesios 1:2; Filipenses 1:2; Colosenses 1:2; 1 Tesalonicenses 1:1; 2 Tesalonicenses 1:2; 1 Timoteo 1:2; 2 Timoteo 1:2; Tito 1:4; Filemón 1:3; 1 Pedro 1:2; 2 Pedro 1:2; 2 Juan 1:3).
- “De Aquel que es y que era y que ha de venir”: Dios el Padre, el siempre existente; “que ha de venir” es una sustitución de “que será”, no es una referencia a la segunda venida de Jesús a la tierra. Eternidad de Dios.
- “De los siete espíritus”: El Espíritu Santo en su plenitud (cf. Isaías 11:2), él también es la fuente de gracia y paz. Ver comentario a Apoc. 4:5).
Apocalipsis 1:5: “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre…”
- “de Jesucristo el testigo fiel”: La gracia y la paz también provienen de Jesús. Veracidad y lealtad de Cristo, su palabra es confiable.
- “Primogénito de los muertos”: No que Jesús fue el primero en morir o el primero en resucitar, sino que su resurrección es la más importante de todas; garantiza vida eterna. Todos los resucitados dependen de la resurrección de Jesús para poder seguir viviendo. Resurrección victoriosa (cf. Colosenses 1:18).
- “Soberano de los reyes de la tierra”: Autoridad suprema universal.
- “Al que nos amó”: Amor redentor y verdadero demostrado en su vida (Juan 3:16; 15:9; Gálatas 2:20).
- “Nos lavó de nuestros pecados”: Limpieza por su sangre, perdón de pecados (Apoc. 7:14).
Apocalipsis 1:6: “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
- “Nos hizo reyes y sacerdotes”: Una referencia a Juan y a todos los redimidos. Rol espiritual. Una vez perdonados y lavados, son un real sacerdocio (cf. 1 Pedro 2:9; Rom. 12:1; Apoc. 20:2, 6).
- “Para Dios, su Padre”: Para el servicio divino.
- “A él sea gloria e imperio”: La soberanía de Cristo Adoración eterna.
- “Por los siglos de los siglos”: Duración perpetua, eternamente, para siempre.
Apocalipsis 1:7: “He aquí, viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por él. Sí, amén.”
- “He aquí, viene”: Acabada la salutación, Juan anuncia la Segunda Venida de Cristo.
- “Con las nubes”: Un retorno visible.
- “Todo ojo le verá”: Universalidad del evento.
- “Los que le traspasaron”: Los responsables de su muerte (Juan 19:37; cf. Mateo 26:64).
- “Todos los linajes de la tierra”: Reacción global, todos los habitantes del planeta.
- “Se lamentarán por él”: Dolor, terror, sufrimiento, remordimiento.
Apocalipsis 1:8: “Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
- “Yo soy el Alfa y la Omega”: Dios el Padre comienza a hablar. Eternidad de Dios (cf. Apocalipsis 22:13).
- “Dice el Señor Dios”: Autoridad divina, se identifica a sí mismo.
- “El que es y que era y que ha de venir”: Existencia eterna. Ver comentario a Apoc. 1:4.
- “El Todopoderoso”: Poder supremo sin límites.
Apocalipsis 1:9: “Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.”
- “Yo Juan”: Identidad del autor.
- “Vuestro hermano”: Se considera a sí mismo y a los creyentes como una familia.
- “Copartícipe en la tribulación”: Sufriendo juntos, compartir en el sufrimiento, otros estaban sufriendo también.
- “En el reino y en la paciencia”: Miembros de una familia y también de un mismo reino. Esperanza y resistencia.
- “Estaba en la isla llamada Patmos”: Exiliado por causa de su fe a una isla-prisión. Ver documento “El libro de Apocalipsis: Comentarios Introductorios”.
- “Por causa de la palabra de Dios”: Lealtad a las Escrituras, como lo mencionó en 1:2.
Apocalipsis 1:10: “Estaba yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta…”
- “Estaba yo en el Espíritu”: Estado profético de inspiración divina (cf. Ezequiel 3:12).
- “En el día del Señor”: Algunos debaten que es una referencia al día de adoración, o primer día de la semana, o al día del juicio (cf. Isaías 13:6), pero aquí es una referencia al sábado, el séptimo día de la semana en el cual Juan tuvo esta visión.
- “Oí detrás de mí”: Voz celestial inesperada.
- “Una gran voz, como de trompeta”: Autoridad resonante, la voz divina (cf. Éxodo 19:16; Salmos 18:13; 68:33; 1 Tesalonicenses 4:16).
Apocalipsis 1:11: “Diciendo: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último; y lo que ves, escríbelo en un libro, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.”
- “Yo soy el Alfa y la Omega”: Jesús se identifica, él es la primera y la última letra.
- “El primero y el último”: Él es la totalidad, de principio a fin, su eternidad.
- “Lo que ves, escríbelo”: Mandato a preservar las visiones en un rollo, la preservación del mensaje incluye también escribir lo que oye.
- “En un libro”: Un rollo.
- “Envíalo a las siete iglesias”: Destinatarios específicos, las siete iglesias en Asia (1:4). Estas representan eras de la iglesia cristiana desde los días de los apóstoles hasta la Segunda Venida de Jesús, la totalidad de la historia de la iglesia universal.
ENFOQUE EN LA VISION DEL CRISTO RESUCITADO (Apocalipsis 1:12-20)
NOTA: Todas las citas han sido traducidas de los documentos originales en inglés.
Los eruditos lidian con diversas interpretaciones respecto a las imágenes y los símbolos representados en Apocalipsis 1:12-20, esto resulta en opiniones divergentes dentro del discurso académico. Con esto en mente, ofrecemos un análisis exegético de este pasaje.
El autor de Apocalipsis se basa ampliamente en imágenes y lenguaje del Antiguo Testamento. Cuando Juan menciona en el versículo 12 que "me volví para ver la voz", significa que se esforzó por identificar visualmente la fuente inesperada de la voz notablemente fuerte que lo sobresaltó. Esta acción también puede sugerir su enfoque intencional en escuchar para comprender el mensaje. Un uso paralelo de tal lenguaje se observa en la Septuaginta, como lo indica Tonstad. [1]
Al volver la vista, después de oir una gran voz como de trompeta, inicialmente Juan ve siete candelabros de oro, una frase de potencial importancia cuando se aplican los principios hermenéuticos promovidos por Duvall y Klein. [2] El término “λυχνία” (lychnia), traducido como “candelabro,” [3] denota "un soporte estrecho y elevado para sostener una lámpara". [4] En la Septuaginta, esta palabra aparece predominantemente en referencia al candelabro situado en el Lugar Santo del Tabernáculo bajo el cuidado de los sacerdotes, como se describe en el Pentateuco (Éxodo 25:31-34; 38:13; Núm. 3:31). [5] También se hace referencia a ello en el relato visionario de Zacarías (Zacarías 4). Es notable la repetición de este término siete veces en Apocalipsis subrayando su importancia simbólica, y la representación de los candelabros como dorados, representando "el poder espiritual y la majestad, y en particular, el ambiente celestial” [6] La observación de Longman de la semejanza del candelabro con un árbol que sostiene luces [7] podría evocar paralelismos con el encuentro de Moisés en la zarza ardiente, en el que recibió una comisión divina, lo que sugiere una experiencia de llamado similar a la de Juan en su visión.
El uso que hace Juan del número siete es un patrón recurrente a lo largo del Apocalipsis. Este simbolismo numérico es evidente en el libro, con la palabra "siete" apareciendo más de cincuenta veces. Longman aclara este uso simbólico. "El número siete impregna el libro de Apocalipsis. … Este uso simbólico del número siete tiene un trasfondo del Antiguo Testamento y significa completado, totalidad y/o perfección”. [8] Los siete candelabros representan las siete iglesias. Si bien ellas fueron los destinatarios de las cartas (Apocalipsis 1:11), la interpretación del significado simbólico del número siete sugiere que el mensaje también puede estar destinado a "la iglesia universal". [9]
El escenario de la visión se acentúa con la presencia de uno que se asemeja a un hijo del hombre situado en medio de los candelabros. La frase "semejante al hijo del hombre" constituye otro elemento significativo, con muchos eruditos aludiendo que las imágenes y las descripciones que seguirán se remontan a los libros de Daniel (capítulos 7 y 10) y Ezequiel (capítulo 1). [10] Esta figura se representa con una túnica larga, indicada por la palabra griega ποδήρης (podērēs), que significa una vestimenta que llega hasta los pies. [11] La túnica está envuelta (περιζώννυμι [perizōnnymi], ceñir; ceñirse) [12] alrededor del pecho, o μαστός (mastos, área del pecho), con una faja de oro, o ζώνη (zōnē), un cinturón, similar al atuendo de las diosas en la antigüedad. [13] Este atuendo evoca las vestiduras sacerdotales, como observa Phillips, quien señala que el historiador judío Josefo también emplea el término ποδήρης para describir las túnicas sacerdotales. [14] Además, Fee sugiere que Juan se basa deliberadamente en la Septuaginta, donde el término "se usa exclusivamente para la túnica de cuerpo entero del sumo sacerdote.”[15]
Los versículos 14-16 delinean siete elementos distintivos del hijo del hombre en relación con su apariencia, voz y posesiones: su cabeza y cabello, sus ojos, sus pies, su voz, su mano derecha, su boca y su rostro. La representación de su cabeza y cabello blancos como la lana y la nieve evoca una representación de la majestad y la sabiduría de Dios en Daniel, particularmente cuando describe al Anciano de Días entronizado en esplendor (Dan. 7:9). Estas imágenes pueden simbolizar la sabiduría eterna, la pureza y la autoridad divina del hijo del hombre, [16] como se refleja en otros pasajes bíblicos (Prov. 16:31; 20:29). Descritos como una llama de fuego (φλόξ), [17] sus ojos resuenan con representaciones similares de seres divinos en Daniel 10:6. Además, las imágenes de Zacarías aluden a los siete ojos de Dios, que simbolizan su omnisciencia y su presencia vigilante en toda la tierra (Zacarías 3:9; 4:10). Más adelante en Apocalipsis, nos encontramos con el jinete coronado de un caballo blanco, cuyos ojos también se asemejan a una llama de fuego, lo que significa una perspicacia penetrante, omnisciencia y juicio justo mientras ejecuta la justicia divina. Estas cualidades se atribuyen al hijo del hombre.
La representación de sus pies como bronce bruñido, calentado en un horno hasta brillar, parece ser una representación única. Un término crucial aquí es χαλκολίβανον (chalkolibanon). Con respecto a este término, Paul comenta que es "completamente desconocido.” [18] Morris elabora aún más, afirmando: "Bronce brillando en un horno podría estar correcto, pero no tenemos forma de saberlo.” [19] Varias definiciones incluyen interpretaciones como "una aleación de cobre (u oro) y plata que tiene un lustre brillante: -latón fino,” [20] y "un metal amarillento, precioso y de alta calidad; posiblemente electrum, bronce bruñido o una combinación de ambos.” [21] El léxico de Louw-Nida ofrece una aclaración al subrayar la importancia del término: "el énfasis está en la apariencia lustrosa del metal.” [22] Por lo tanto, el enfoque de las imágenes se encuentra en la apariencia gloriosa y la firmeza de sus pies (Dan. 10:6; Ezequiel 1:7) y simboliza la gloria, la fuerza, la estabilidad y la pureza.
Su voz es retratada como el sonido de muchas aguas. Estas imágenes parecen inspirarse en el libro de Ezequiel (43:2), donde, en una visión de la gloria de Dios, la voz se asemeja al sonido de muchas aguas. Esta descripción sugiere una conexión con su poder, autoridad y majestad.
La imagen del hijo del hombre sosteniendo siete estrellas en su mano derecha y una espada afilada de dos filos saliendo de su boca subraya los objetos en su posesión durante la visión. Al declarar que las siete estrellas representan a los ángeles de las siete iglesias (Apocalipsis 1:20), él indica su poder para proteger (Salmo 17:7), liberar (Éxodo 15:6; Salmo 20:6) y sostenerlos (Salmo 16:11; Isaías 41:10), como se simboliza al sujetarlos en su mano derecha, un gesto que denota autoridad y soberanía. Si bien estas imágenes carecen de precedentes en el Antiguo Testamento, Paul sugiere que pudieron haberse tomado prestadas de la astrología pagana, [23] posiblemente para transmitir la idea de autoridad sobre los cuerpos celestes y la naturaleza.
Isaías, delineando su papel como mensajero de Dios, afirma: "Y ha puesto mi boca como una espada afilada" (Isaías 49:2). Tradicionalmente, una espada en el campo de batalla servía tanto para fines ofensivos como defensivos. La representación de una espada (ῥομφαία; [romphaia], espada) [24] saliendo de la boca sugiere palabras habladas imbuidas de una fuerza penetrante, similar a una espada afilada de dos filos. Según Fee, estas imágenes sugieren que el hijo del hombre "hablará palabras tanto de salvación como de juicio.” [25] El autor de Hebreos (Heb. 4:12) hace eco de este concepto. Por lo tanto, se representa al hijo del hombre transmitiendo revelaciones, verdades, estímulos, advertencias y juicios a través de su palabra hablada. En el capítulo 19 de Apocalipsis, donde esta imagen reaparece, su fin es uno de juicio y destrucción.
El último elemento de la descripción, su rostro, se describe como el sol cuando resplandece en su fuerza, esto evoca imágenes de resplandor y majestad divinas. Aquí, discernimos ecos de Daniel 10:6 y Ezequiel 1:27, donde descripciones similares simbolizan la presencia resplandeciente de Dios, significando su divinidad y soberanía. En el Antiguo Testamento, Dios es comparado con el sol (Salmo 84:11; Malaquías 4:2), reforzando aún más la asociación con la gloria divina y la iluminación. Notablemente, esta representación traza un paralelo con la experiencia de Jesús durante la transfiguración (Mateo 17:2).
Al igual que la experiencia de los discípulos durante la transfiguración de Jesús, cuando su rostro resplandeció como el sol y ellos cayeron cara abajo de terror al escuchar la voz de Dios, entonces Jesús los tranquiliza tocándolos y hablándoles (Mateo 17:1-8), de igual manera fue la experiencia de Juan durante su visión inicial. Daniel también experimentó una reacción similar de miedo durante sus visiones (Dan. 8:17; 10:9, 10, 15). Este miedo abrumador, descrito por Yong como "la tremendidad del miedo", [26] subraya la naturaleza impresionante de estos encuentros divinos. Sin embargo, en cada uno de estos casos, la ayuda es provista por una mano guía (Dan. 8:18; 10:10, 12; Mat. 17:7). Esta misma poderosa mano derecha, que guarda las siete estrellas, se extiende para tocar a Juan, preparando el escenario para las revelaciones subsiguientes. Comenzando con palabras de consuelo, el hijo del hombre procede a hacer una serie de declaraciones de autorevelación.
La frase recurrente "No temas" resuena a lo largo de las Escrituras, apareciendo múltiples veces. En el Antiguo Testamento, estas palabras son pronunciadas predominantemente por Dios, a menudo a través de mensajeros, mientras que en el Nuevo Testamento, son pronunciadas principalmente por Jesús. Esta repetición refleja la naturaleza compasiva del hijo del hombre, quien refleja el carácter de Dios tanto en palabras como en acciones. Esto se hace evidente cuando se identifica a sí mismo usando términos como "yo soy" y "el primero y el último". Un lector del primer siglo, familiarizado con los escritos de Moisés e Isaías, reconocería fácilmente estas frases como títulos reclamados por Dios mismo (Isaías 41:4; 44:6; 48:12; Éxodo 3:13-15). Esta identificación se ve reforzada por la siguiente afirmación que hace el hijo del hombre: él es el que vive, aunque estuvo muerto, y ahora vive para siempre. Con esta revelación, Juan no tiene necesidad de que el hijo del hombre revele su nombre terrenal; ¡él es inconfundiblemente el Cristo resucitado y glorificado! La designación "el que vive" se alinea con el título atribuido al Dios de Israel, enfatizando su naturaleza eterna (Deuteronomio 5:26; Josué 3:10; Salmos 42:2; Jeremías 10:10; Dan. 6:26; Oseas 1:10).
La afirmación de poseer las llaves de la muerte y el Hades promueve una idea de certeza, seguridad eterna y victoria sobre la muerte y la tumba. En las Escrituras, no hay referencias explícitas a "las llaves de la muerte y del Hades". En cambio, se hacen referencias a las puertas de la muerte y del Seol (Isa. 38:10; Job 38:17; Salmos 9:13, 107:18; Mateo 16:18-19). Sin embargo, en el mundo natural, suele haber una asociación entre las llaves y las cerraduras. Esto implica un sentido simbólico de limitación o restricción. Con respecto a estas llaves, Witherington ofrece esta perspectiva:
El hecho de que se diga que tiene las llaves de la Muerte y el Hades significa que ahora tiene poder sobre la muerte y la tumba. El Hades aquí probablemente no es una referencia al infierno, sino al concepto del Antiguo Testamento de la tierra de los muertos: el Seol. Esta descripción puede deberse algo a los mitos de Asia Menor sobre Hécate, de quien se decía que era la portadora de la llave de las puertas del Hades. … Según un mito griego, Heracles tenía el poder de resucitar a algunas personas de entre los muertos (Diodorus Siculus 4.25.4; 4.26.1), y según la tradición judía sólo Dios podía resucitar a alguien del Hades (Sabiduría de Salomón 16.13), pero aquí Cristo, como el divino Hijo del Hombre, tiene poder plenipotenciario sobre todos los muertos. En un papiro egipcio, se dice que Anoubis tiene las llaves del Hades (SIG 1717).[27]
Moffat describe que "la llave era un símbolo oriental natural de autoridad y poder", y que Cristo poseyera las llaves significa "una seguridad de su poder para rescatar a su propio pueblo de la sombría prisión del inframundo.” [28] De manera similar, Morris enfatiza que Jesús "tiene el poder de enviar a las personas a la muerte y al Hades o para liberarlas de ellas. Él es supremo.” [29]
Antes de examinar brevemente los dos últimos versículos (1:19-20), es importante notar y enfatizar que las auto-revelaciones articuladas por el hijo del hombre en los versículos 17-18 son nada menos que declaraciones de su divinidad, una afirmación de igualdad con Dios el Padre. Tonstad concluye: "Cuando calculamos el significado —cabello, ojos, pies, voz y todo— no puede haber duda de que Juan ha colocado a Jesús en el lado divino de la línea que divide la realidad creada de la no creada.” [30]
Juan ahora tiene un amplio contexto para evaluar y responder a la comisión que Jesús está a punto de revelar. Tendrá la tarea de documentar y compartir lo que se le revele, tanto los eventos de su presente como los que aún estaban por revelarse. De este modo, Jesús desvela el significado del primer elemento visual que Juan encontró: un misterio (μυστήριον [mystērion], un secreto divino que ahora se revela abiertamente). [31] Los siete candelabros simbolizan las siete iglesias de Asia Menor, los destinatarios previstos de las próximas cartas que Jesús articularía y Juan transcribiría. Con el desvelamiento de su significado, el misterio se disipa.
Principios Teológicos
En Apocalipsis 1:12-20, se pueden identificar varios principios teológicos. En primer lugar, el pasaje revela que el Cristo triunfante glorificado conquistó el pecado y la muerte en nombre de su pueblo. Este principio teológico subraya la autoridad y el poder de Cristo sobre toda la creación, la vida y la muerte, enfatizando su papel como el único gobernante y salvador. En segundo lugar, el pasaje destaca que Cristo está continuamente presente en medio de su pueblo, ministrando por ellos. Este principio teológico enfatiza la relación íntima entre Cristo y su iglesia, ilustrando su continuo cuidado e involucramiento en la vida de los creyentes. Por último, el pasaje demuestra que Cristo tiene soberanía sobre los líderes de su pueblo y a quienes ellos representan. Este principio teológico subraya la autoridad de Cristo sobre el cuerpo de creyentes y su papel como cabeza de la iglesia. De Apocalipsis 1:12-20 se pueden extraer al menos tres principios universales e intemporales:
1. El eterno Cristo glorificado conquistó a la muerte, y los que le siguen se apropiarán de su victoria como si fuera suya propia, poniendo su fe en él.
2. Cristo está perpetuamente presente en medio de su pueblo, ministrándole; por lo tanto, buscarán su compañía y confiarán en su protección y provisión oportuna.
3. El Cristo resucitado tiene soberanía sobre su iglesia; por lo tanto, su iglesia se somete a su voluntad y vive en obediencia, honrándolo como su Dios.
Los principios teológicos antes mencionados están en armonía con las enseñanzas de las Escrituras. En primer lugar, la noción del Cristo glorificado conquistando la muerte en nombre de la humanidad [32] es fundamental para el mensaje general de redención que se encuentra a través de las Escrituras. Este principio hace eco de la creencia cristiana fundamental en Jesucristo como el Salvador que derrotó al pecado y la muerte a través de su muerte sacrificial y resurrección (Juan 5:21, 25-29; 6:39-40, 44, 54). [33]
En segundo lugar, la noción de que Cristo está siempre presente entre su pueblo ministrándoles resuena con el tema bíblico de la omnipresencia de Dios y su constante cuidado por su pueblo. Este principio se refleja en pasajes donde Jesús promete estar con sus discípulos siempre, incluso hasta el fin de los tiempos (Mateo 28:20). A través de la historia, Dios ha revelado su presencia entre su pueblo en múltiples ocasiones (Génesis 3:8; Éxodo 25:8; 40:34, 38; Salmo 46:7, 11), y la revelación del Cristo encarnado, manifestó la presencia y gloria de Dios entre la humanidad (Juan 1:14). Jesús mismo enseñó a sus seguidores a no preocuparse, porque el Padre ve toda necesidad y provee (Mateo 6:25-35). Ian Paul afirma este principio cuando dice:
Esta imagen multisensorial y sobrecogedora es en cierto nivel incomprensible, pero está dada para comunicar la realidad de Jesús. A la misma vez que es inaccesible, -¿cómo podemos mirar al sol o acercarnos al bronce que brilla en el horno, sin ser consumidos nosotros mismos? – él, sin embargo, se acerca a Juan para tranquilizarlo y está presente entre su pueblo mientras camina en medio de los candelabros. [34]
Tonstad destaca la importancia del vínculo único entre Jesús y su iglesia:
Jesús estará "en medio" más de una vez en Apocalipsis, y la ubicación importa (1:13; 2:1; 5:6). Jesús "en medio de los candelabros" significa que está cerca de la iglesia (1:13; 2:1); Él ama a la Iglesia (3:19); y se preocupa por la integridad del testimonio de la comunidad de creyentes (2:5). Cuando tenemos en cuenta que el que se ve "en medio de los candelabros" aparecerá también "en medio del trono" (5:6), la conexión entre el cielo y la tierra es firme y decisiva. [35]
Finalmente, la afirmación de que el Cristo resucitado tiene soberanía sobre su iglesia es consistente con la enseñanza bíblica sobre el señorío y la autoridad de Cristo. A lo largo del Nuevo Testamento, Jesús es representado como la cabeza de la iglesia (Efesios 1:22-23) y la máxima autoridad sobre todas las cosas (Colosenses 1:15-20). Este principio subraya el gobierno divino y la guía que Cristo proporciona a su cuerpo, la iglesia, de acuerdo con su perfecta voluntad. Phillips lo dice claramente: "la visión presenta a Jesús como el Rey verdadero ... Aquí tenemos a un Rey apto para gobernar, capaz de conquistar, omnisciente para juzgar y glorioso para exigir nuestra adoración.” [36]
Aplicaciones
Los principios anteriores respaldan la formulación de las siguientes aplicaciones prácticas y medibles:
Abrazar la victoria de Cristo: Los cristianos pueden reconocer y celebrar activamente la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, viviendo públicamente sin avergonzarse del evangelio, viviendo vidas caracterizadas por la libertad de la servidumbre al pecado y un enfoque renovado en la justicia (Romanos 6:6-14). Esto se puede medir evaluando el crecimiento personal en santidad, identificando y superando pensamientos y comportamientos específicos, y participando activamente en disciplinas espirituales diarias como la oración, el estudio de la Biblia, el testimonio y la comunión con otros creyentes. Los cristianos pueden compartir el mensaje de la victoria de Cristo sobre la muerte con otros a través del evangelismo y el testimonio personal, mostrando cómo esta verdad ha transformado sus propias vidas y viviendo cada día con gozo y gratitud, sabiendo que la victoria final sobre la muerte se ha ganado a través de Cristo. Un cristiano puede enfrentar pérdidas, desafíos y dificultades con fe inquebrantable y confianza en la victoria de Cristo, sabiendo que incluso en medio de las pruebas, la promesa de la resurrección da esperanza y fuerza.
Cultivar la conciencia de la presencia de Cristo: Los creyentes pueden cultivar intencionalmente la conciencia de la presencia de Cristo en sus vidas diarias practicando la presencia de Dios a través de la oración, la meditación en las Escrituras y la atención plena a su cercanía en cada circunstancia (Salmo 16:8). Los indicadores medibles pueden incluir una mayor paz, gozo y confianza para enfrentar los desafíos de la vida, así como un mayor sentido de intimidad espiritual con Dios y participar activamente en la comunión cristiana, como asistir a los servicios de la iglesia, a grupos pequeños o a estudios bíblicos, para experimentar la presencia de Cristo en comunidad. Además, demostrar un espíritu de perdón, compasión y aliento también podría contarse como indicadores.
Sométase a la soberanía de Cristo: Los cristianos pueden demostrar su reconocimiento de la soberanía de Cristo sobre sus vidas y la iglesia al alinear sus pensamientos, palabras y acciones con su voluntad, como se revela en las Escrituras (Santiago 4:7-10). Esto puede implicar renunciar a las ambiciones personales, dejar de lado las motivaciones egoístas, buscar guía a través de la oración y el discernimiento, y participar activamente en la misión de la iglesia de hacer discípulos (Mateo 28:19-20). Los resultados medibles pueden incluir un sentido más profundo de propósito, unidad dentro del cuerpo de Cristo y crecimiento tangible en la efectividad del ministerio y los esfuerzos de alcance. Además, reconocer su señorío a través de la adoración, servir a los demás dentro de la comunidad eclesiástica y promover la unidad y el amor entre los creyentes son manifestaciones esenciales de esta aplicación.
Al aplicar estos principios en su vida diaria, los cristianos pueden experimentar un crecimiento transformador en su relación con Dios y el cumplimiento de su llamado a vivir como discípulos fieles de Cristo.
Conclusion
En resumen, Apocalipsis 1:12-20 revela principios teológicos eternos que no solo son fundamentales para la fe cristiana, sino que también son profundamente relevantes para los creyentes en el siglo XXI. A través de las imágenes del Cristo glorificado, este pasaje recuerda a los cristianos la victoria que Cristo ha asegurado sobre el pecado y la muerte, invitándolos a vivir en la libertad y el poder de su resurrección. Además, la conciencia de la presencia de Cristo entre su pueblo sirve como una fuente constante de consuelo, seguridad, guía y empoderamiento, lo que impulsa a los seguidores de Cristo a cultivar una conciencia más profunda de su cercanía en todos los aspectos de sus vidas. Finalmente, la soberanía de Cristo sobre su iglesia subraya la importancia de someterse a su señorío, conformarse a su voluntad y participar de todo corazón en su misión redentora.
Las aplicaciones prácticas de estos principios teológicos incluyen buscar activamente la santidad y la justicia en nuestras vidas, cultivar una intimidad más profunda con Dios a través de la oración y la meditación en su Palabra, y alinear nuestros pensamientos, palabras y acciones con su voluntad. A medida que los cristianos abrazan la victoria de Cristo, cultivan la conciencia de su presencia y se someten a su soberanía, pueden experimentar un crecimiento espiritual transformador y cumplir su llamado a vivir como discípulos leales, dando testimonio de su amor redentor en el mundo.
[1] Sigve K. Tonstad, Revelation, Paideia Commentaries on the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2019),56.
[2] J. Scott Duvall and J. Daniel Hays, Grasping God’s Word: A Hands-On Approach to Reading, Interpreting, and Applying the Bible , Fourth Edition. (Grand Rapids, MI: Zondervan Academic, 2020), 170; William W. Klein, Craig L. Blomberg, and Robert L. Hubbard Jr., Introduction to Biblical Interpretation , Third Edition. (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2017), 333.
[3] The Lexham Analytical Lexicon to the Greek New Testament (Logos Bible Software, 2011), s.v. “λυχνία.”
[4] Rick Brannan, ed., Lexham Research Lexicon of the Greek New Testament , Lexham Research Lexicons (Bellingham, WA: Lexham Press, 2020), s.v.”λυχνία.”
[5] The Lexham Analytical Lexicon of the Septuagint (Bellingham, WA: Lexham Press, 2012), s.v. “λυχνία.”
[6] Paul, Revelation, An Introduction and Commentary,vol. 20, Tyndale New Testament Commentaries , ed. Eckhard J. Schnabel (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2018), 72.
[7] Tremper Longman, III, Revelation Through Old Testament Eyes (Kregel Academic, 2022), 46.
[8] Tremper Longman, III, Revelation Through Old Testament Eyes, 36.
[9] Amos Yong, Revelation, BELIEF, A Theological Commentary on the Bible (Louisville, KY: Westminster, John Knox Press, 2021), 32.
[10] Ibid.; Tonstad, Revelation, 58; Richard D. Phillips, Revelation, Reformed Expository Commentary (Phillipsburg, New Jersey: P&R Publishing Company, 2017), 62-63; Ian Paul, Revelation, An Introduction, 72; Morris, Revelation: An Introduction and Commentary, 58; Fee, Revelation , 16.
[11] The Lexham Analytical Lexicon to the Greek New Testament , s.v. “ποδήρης.”
[12] Brannan, Lexham Research Lexicon, s.v. “περιζώννυμι.”
[13] Brannan, Lexham ResearchLexicon, s.v. “μαστός;” Paul, Revelation, An Introduction, 72.
[14] Phillips, Revelation, Reformed Expository Commentary , 64.
[15] Fee, Revelation, 17.
[16] Fee, Revelation, 17.
[17] H.G. Liddell, A Lexicon: Abridged from Liddell and Scott’s Greek-English Lexicon (Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc., 1996), 867.
[18] Paul, Revelation, An Introduction, 73.
[19] Morris, Revelation: An Introduction and Commentary, 58.
[20] James Strong, The New Strong’s Dictionary of Hebrew and Greek Words (Nashville: Thomas Nelson, 1996), s.v. “χαλκολίβανον.”
[21] Brannan, Lexham Research Lexicon, s.v. “χαλκολίβανον.”
[22] Johannes P. Louw and Eugene Albert Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains (New York: United Bible Societies, 1996), 26.
[23] Paul, Revelation, An Introduction , 73.
[24] Brannan, ed., Lexham Research Lexicon, s.v. “ῥομφαία.”
[25] Fee, Revelation, 17–18.
[26] Yong, Revelation, BELIEF , 33.
[27] Ben Witherington III, Revelation, The New Cambridge Bible Commentary (New York, NY: Cambridge University Press, 2009), 82.
[28] Moffat, The Revelation of St. John the Divine, 346.
[29] Morris, Revelation: An Introduction and Commentary, 60.
[30] Tonstad, Revelation, Paideia Commentaries on the New Testament , 57.
[31] Brannan, Lexham Research Lexicon, s.v. “μυστήριον.”
[32] Moffat, The Revelation of St. John the Divine, 346; Fee, Revelation, 19.
[33] Para las resurrecciones en el Nuevo Testamento, véase Mateo 9:18-26; Lucas 7:11-17; Juan 11:1-44; Hechos 9:36-42; Hechos 20:7-12. En cuanto a la doctrina de la resurrección en las Escrituras, véase Dan. 12:2; Hechos 23:6-8; 1 Corintios 15; 2 Corintios 4:14; Filipenses 3:10-11; 1 Tesalonicenses 4:16; Hebreos 6:2; 1 Pedro 1:3; Apocalipsis 20:5-6.
[34] Paul, Revelation, An Introduction,75.
[35] Tonstad, Revelation, Paideia Commentaries on the New Testament ,56.
[36] Phillips, Revelation , Reformed Expository Commentary, 84.